Ahogándome en maravillas

Me sumerjo dentro del agua cristalina, nado hasta el fondo del estanque y me dejo sorprender por miles de corrientes, colores vivos en cada habitante...
Quiero seguir allí abajo y alejarme por primera vez de las dudas, de los problemas, del estrés. En las profundidades de una gran ciudad. ¿Por qué no puedo vivir allí? Con mil sonrisas en cada pez multicolor.
Empiezo a no sentir el aire que se me escapa por momentos y miro hacia arriba.
La superficie me espera, pero está muy lejos para acercarme de un momento a otro.
Sin embargo el fondo está oscuro, es fascinante. Pienso en que puedo respirar, en que puedo viajar y descubrir cada esquina de aquel mundo multicolor.
Una burbujita, dos burbujitas, tres..
Se acerca la hora de tomar la decisión, tan solo quedan segundos o tal vez un minuto para que muera allí en aquella esquina del océano o para volver a regresar al mundo normal que muchas veces lo llamamos así, pero sin embargo no es nada comparado con el mundo submarino.
Ya no me queda aire, no puedo ni quiero volver. Se me congelan las piernas y los brazos y más tarde me voy cayendo hacia un pozo del que ya no podré salir.
Lo último que veo es miles de ojos a mi alrededor y una burbuja que traspasa mi cuerpo y de repente... Silencio.
La muerte es dura pero morir ante la belleza de aquellos cuerpos y pensando en que en aquellas aguas me sentía libre ha sido algo fantástico que nadie lo recordará salvo las personas que buceen y vean a una niña que con solo sus años ha conseguido un funeral de color, que tiene un castillo al lado en su honor y descansa en paz llena de flores, conchas y algas que se las llevará el viento...