Todo estaba en silencio y mi rostro estaba empapado de sudor y enredado. Me tapaba toda la cara aunque así me sentía con más protección. Mis lágrimas caían sin saber por qué lo hacían. Todo se había vuelto extraño, de una manera oscura, donde mi mundo había pasado a ser una burbuja que no permitía ningún tipo de conexión. Mis manos frías intentaban acercarse al calor que emanaba de aquella luz anaranjada tan cercana. Me hacía sentirme más cálida y me imponía temor, pero a la vez me sentía segura. Bajo aquel techo me sentía como la protagonista, como una verdadera princesa dentro de aquella casa donde todo apuntaba a mí y solamente a mí. Pero tal vez, era porque yo era la única que me encontraba en esa casa. Me levanté cuidadosamente pero dandos varios tumbos antes de sentirme completamente segura y equilibrada. Agarré el pomo de la puerta de madera y me encontré con la oscura y temorosa noche donde había tres pinos colocadas en línea y no había ni una sola luz radiante, no había ni rastro de la luna, de aquel pequeño trozo que formaba mi felicidad.
Y por eso, seguí el camino marcado en la tierra que pensé que sería lo mejor, así solo tendría que seguir las curvas para guiarme hacia la libertad. No tendría que construirme mi propio camino. Pero entonces, me di cuenta de que aquel camino no serviría, que tan solo me estaría alejando más de mi lugar, mi hogar. Y por muy duro que fuese, seguiría encerrada en aquella casa esperando a que alguien que no sea yo, abra la puerta y me guie hasta allí. Hasta el deseo de vivir. Porque yo no estaba viva, más bien, estaba apagándose el pulso y la sangre que aun me mantenía viva. Por eso, cuando lo pensé. Todo acabó. Y antes de sentir aquel fin, sonreí. Era una sonrisa floja pero así mi historia que jamás sería conocida, acababa con una final feliz. Como debía ser, por muy mal que había sido todo. Sentí que todo palidecía y el fuego en la hoguera, se apagó, y con él mi pequeña vida, que no había llegado a llamarse vida.
viernes, 15 de marzo de 2013
Todo acabó
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