El bar estaba abarrotado. Entré cogida de la mano de mi padre, no quería perderme entre la multitud. Se escuchaba un intenso murmullo, y de pronto, todos callaron. En la barra un hombre de edad se tomaba el último trago su gin-tonic. Carraspeó una, dos veces. Los primeros acordes de guitarra, aquella que tocaba el hombre de espeso bigote gris. La voz del hombre de la barra inundó la sala en pocos
segundos. Nadie hablaba. Nadie comentaba. Sólo sonreían. Yo sonreía.
Apenas la única joven que había en aquella sala era yo. Pero para mí la sala estaba vacía. Importaba la canción, la letra, la voz, y nada más, absolutamente nada. En esos momentos tenía ganas de llorar de la emoción, me emocioné, y no sé por qué. <<¿Por qué este señor no es famoso, papá? El tiene verdadero talento, canta mejor que cualquiera>>. ¿No quería ser conocido? ¿Prefería cantar en los bares, con un público mucho más reducido del que merecería? ¿Por qué no quería deleitar con su voz a muchas más personas? Me pregunto ahora, una vez pasados aquellos minutos de evasión total. Y ahora me siento feliz. El calor de treinta personas sólo escuchándole a él, a los acordes de guitarra, a la armonía del momento y a la alegría.
"Dile que la quiero, dile que yo vivo, dile que me muero"
"Yo solo quiero, quiero que vuelva, aquella mujer"
Creo que hay muchos talentos sin descubrir tal vez porque a los ya conocidos se les explota y así acaban todos como acaban. Pero creo que no hay que ser famoso para dejar a alguien sin palabras cuando vives para hacer lo que te gusta..
ResponderEliminarBsos.
Dios me enamorado de tu forma de escribir y expresarte
ResponderEliminarBesos :)
Ese hombre tal vez no llenase grandes escenarios o estadios, pero llenó ese pequeño bar de música y sentimientos verdaderos. Se hizo famoso en los corazones de aquellas personas.
ResponderEliminarUn texto precioso y con mucho sentimiento. Me ha gustado mucho c: