La gente (y la lógica) dicen que no se puede medir las cosas inmateriales, como la belleza de un cuadro o el cariño de una persona. Sin embargo, nadie sabía que había una excepción. Nadie sabía que existia el medidor de la popularidad. Subías cuando tenías amigos populares, un móvil lleno de contactos y whatsapps, salir todos los días, no estudiar ni hacer nunca los deberes, ser muy conocido... Todas esas pequeñeces que no valen para nada en la vida. Todas esas chorradas que, afortunadamente, yo no hago.
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