Y cada vez se da más cuenta de que no volverá. Que se irá en aquel tren hacia cualquier lugar que ella desconoce y no regresará a su lado. Que ese tiempo junto a él sólo ha sido una pérdida de tiempo entre sonrisas, besos y felicidad. Sabe que él no la echará de menos, sabe que él no llorará como ella tiene ganas de hacer ahora mismo, sentada en un banco de la estación, viéndole partir. Sabe que su anterior vida en aquella ciudad se disipará como un recuerdo, al igual que ella. Ella, llorando, acurrucada en una esquina de su cama, deseando que él se tumbe a su lado al igual que en aquellas tardes, noches, de enero. Y cada vez se da más cuenta de que no volverá, que sus lágrimas no servirán para nada y que todos esos momentos serán como pajaritos anidados en su cabeza, que no desearán irse de allí.
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