viernes, 11 de abril de 2014

abrázame.

Déjame abrazarte una vez más.
Venga, es sólo un abrazo. Pero aviso. Podría alterar todos mis sistemas y podría echarme a llorar, rezando porque no fuera el último. Podría no soltarte en la vida y morir con las yemas de mis dedos acariciando tu pelo. Y podría morir mirando tus ojos, tan enormes y tan llenos de alegría (como la de los niños cuando se sienten mayores. Oh, ingenuos). 
Podría meter las manos en tus bolsillos para que no se me congelaran bajo el viento matutino. Podría oler tu aroma como si no quisiera volver a oler otro. Podría robarte el aliento con un beso.
Olvida la última frase. Podría sonreír toda la vida con ese abrazo. Podría tomarme la vida con optimismo. Tal vez, y sólo tal vez, podría ser feliz para siempre. Analiza la grandeza de la palabra siempre. No es una broma. 
Podrían temblarme las piernas y caerme, y arrastrarte conmigo. Podrías ayudarme a levantarme, extendiendo tu mano como los príncipes en las películas. Yo probablemente la agarraría.
Pero, por favor, no me sueltes.