¿Por qué me siento tan insulsamente vacía si no estás tú? ¿Por qué no puedo evitar volverme por si estás detrás, u observarte durante segundos de lo que parece que bebo para sobrevivir? ¿Por qué no puedo dejar de pensar... por qué no puedo dejar de pensarte? ¿De pensar en ti? ¿Por qué me enamoro por la más pequeña estupidez? ¿Por qué el mejor día de la semana es aquel que paso contigo? ¿Por qué no puedo evitar sonreír a tus mensajes? ¿Por qué todas y cada una de tus palabras me llegan tan hondo y se quedan estancadas allí, en el fondo de mi alma? ¿Por qué todo me recuerda a ti, desde lo más pequeño a lo más grande que hay en mi mundo? ¿Por qué cada vez que te veo reír quiero que esa sonrisa esté dedicada a mí, aunque nunca lo esté? ¿Por qué cuando te veo con el móvil quiero que me estés mandando un mensaje? ¿Por qué quiero pensar que alguna que otra canción te recuerda a mí, igual que me pasa a mí contigo (pequeña diferencia aquella de que todas y cada una de las canciones lo hacen)? ¿Por qué pienso que sabes que te miro a través del reflejo del cristal? ¿Por qué nunca me atrevo a comenzar una conversación? ¿Por qué no lo haces tú? ¿Por qué me siento como si todo me fuera mal cuando no estoy a diez centímetros de ti? ¿Por qué cada dichosa mirada hace mella en mí? ¿Por qué tengo ganas de llorar cuando pienso en lo estúpida que soy...? Porque lo soy. Y no sé aguantar sin ti, como si fueras un pilar sobre el que me apoyo y tú ni sepas que estás sujetando a alguien... Y te vas. Y yo me derrumbo.
Como una avalancha imparable. Como un caos de sentimientos que se hacen un lío entre ellos. Como una lágrima que cae...