Corro y corro hasta no poder más, cruzo cada esquina para que no me atrape. ¿Por qué me perseguirá aquel chico?
Huyo sin saber por qué, presiento que me hará daño.
Me topo con un cúmulo de gente del que no se si podré salir.
Me voy chocando con todos pero a nadie parece importarle que tenga prisa, hasta que un chico alto y con las manos en los bolsillos me para agarrándome de mi mochila.
-¿De quién huyes?
-Del mal.
Pone cara de no entender nada y vuelve a preguntar:
-¿Quién es el mal?
-Aquel chico.
Un chico cruza la esquina y echando una ojeada vuelve hacia mí, sin embargo esta vez no corro.
Me quedo al lado del chico que agarrándome la mochila me hizo darme cuenta de que huir no vale la pena, tengo que ser valiente, ser feliz delante de esa cara que pagaría por verme llorar.
De un momento a otro, el chico con el que estaba hablando había desaparecido. Era imposible, no se podía haber ido.
Un susurro me recorre la nuca hasta colarse por mi oído.
-¿Nunca te han dicho que el amor es ciego?
Me giro bruscamente y mi perseguidor desaparece como el otro chico.
¿Me he quedado ciega de amor?
No hubo respuesta.
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