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Ahora solo puedo pensar en que te sentarás de nuevo junto a mí. |
Cogí el autobús, como cada tarde. Móvil, cascos, música resonando en mis oídos como telón de fondo del paisaje que proyectaba mi ventana. Música lenta, pausada, a veces con unas subidas que poco a poco se desvanecían. No te esperaba. Sabía que no vendrías. Sabía que no te sentarías en el asiento de al lado para empezar a hacer bromas con un nivel de locura más alto que la media, para compartir los secretos que se escondían en un oscuro rincón de nuestras vidas. Tus ojos azules observándome con cada historia que mis labios pronunciaban, que lloraban por la risa que te provocaban mis comentarios intencionadamente divertidos. Compartiendo tus cascos, escuchando en la radio música aleatoria, la mayoría de veces en inglés. Hoy me los he tenido que traer yo. Ahora solo puedo pensar en que te sentarás de nuevo junto a mi. Tranquila, sé que volverás para sentarte a mi lado, para pegarte al cristal para impedirme ver las tiendas, parques y todo lo que se oculta tras tu pelo ondulado. No voy a perder la esperanza. Pero por si acaso, con la yema de mi dedo, escribo en el asiento vacío: mañana te espero aquí.
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