- Hola, buenos días- saludo cortésmente en un italiano mal aprendido.
+ Buenas, ¿adónde quiere ir, bella dama?- me alaba.
- Adonde tú quieras, gentil hombre- le sigo el juego.
+ Perfecto.
Empieza a remar rápidamente con un agilidad que me asombra. Llegamos a una pequeña plaza inundada, con cerezos de raíces sumergidas y palomas volando por nuestras cabezas.
+ Bienvenida a la Plaza de los Amantes. Aquí vienen todos los enamorados a demostrarse su amor. Es una escena bastante bonita.
- Por supuesto- ingenua de mí, creo que me estoy enamorando.
Él se echa hacia delante. Yo le imito. Nuestros rostros están tan cerca, nuestros labios tan próximos. Y sin darme cuenta, él ya se ha echado hacia atrás. Solo se estaba impulsando para llevarme a la orilla. Se había dado cuenta de mis intenciones. Sabía que le quería besar.
- Vale- acepto sacando un pie de la góndola-. Pero quiero que sepa que sin conocerle le he amado y que en el fondo de mi corazón, le he besado.
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