sábado, 23 de febrero de 2013

Otra vez de las muchas que hubieron

La luz se cuela por la puerta al igual que la luz gris del cielo, veo miles de reflejos por cada lado, por todos lados hay una luz transparente reflejada. Oigo los cantos de los pájaros en cada árbol. Siento todo muy cercano. Miles de miradas se centran en mí, en la chica sentada en un banco. Rodeada de hojas otoñales que decoran aquella calle tan apartada de la ciudad. Miro varias veces el reloj y veo que la hora ya se pasa de lo normal. Ya no va a venir. Puedo esperar unos minutos más pero no lo hago. Mi ángel no vendrá, morirá flotando en el aire, a mitad del camino y sé que se detendrá, mirará todos los kilometros que le quedan y retocederá, rehará todo el camino y descansará lejos de los problemas de su dueña. Porque por mucho que le llame, que pida a gritos que me ayude, no aparece. Por eso me levanto y me voy hacia la puerta marrón entreabierta y entro. Otra vez huelo todos los problemas e inseguridades que me produce  aquella casa, pero subo lentamente las escaleras y me cuelo por la puerta de mi habitación. Sigue habiendo esa luz en el cielo, pero lo que no llego a notar es que allí abajo, en el banco hay alguien sentado. Mirando y buscando a alguien con la mirada. Observa ensimismado su reloj y suspira. Otra vez ha llegado tarde. Otra vez de las muchas que lo hace. Siempre viene, pero demasiado tarde. Hasta que llegue el día que no le llamaré, que pasaré y simplemente me tragaré mis sentimientos. Dejando soltar todo y cometiendo locuras. Porque él volverá a llegar tarde y sin saberlo, volveré a pensar que no llega porque no quiere. Por mucho que lo haga sin querer, nunca llega. Y eso es lo peor.

2 comentarios:

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